Bien sabe el viento, fiel y silencioso testigo de todos nuestros
llantos, que las bocas profanan más con sus palabras, que lo que besan con sus
labios. La esencia se malgasta en reproches, y las pupilas se nublan de
melancolía; que las hojas del destino se reescriben, incesantes, y los días se
empañan en insalubres memorias, transformando al libro de la vida en mugrosos
palimpsestos.
¿Qué es la eternidad, sino los ojos del ángel de la nostalgia? ¿Qué
es la libertad, sino el mero acto de embriagarse del vino de los recuerdos? Y
digo yo, ¿qué son los recuerdos, sino la más alta de las traiciones al devenir?
FIN
FIN
M.T.
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